Cuantas veces
hablamos de nuestras preocupaciones, frustraciones, temores enfrente de nuestros
hijos aunque no sea directamente? Ellos
pueden estar ahí ocupados jugando o haciendo tal o cual cosa, y nosotros
hablamos como si no escucharan. Pero ellos están ahí, oyen, entienden, sienten
y captan todo lo que sale de tu boca y hasta lo que no sale con tu lenguaje
corporal. Puedes pensar que ellos están en lo suyo, pero no es así, son
sensibles y muy receptivos sobre todo a nosotros: Sus padres.
Es común que te
pregunten cómo va tu hijo(a) y tu digas, pues ahí la lleva, o te sinceras y
dices lo que es, te sueltas a decir batalla con esto, no puede con tal, no ha
avanzado mucho, va muy lento, no puede con la tarea…y dejas salir todo lo que “está
mal” y puedes hacerlo, siempre y cuando ellos no estén presentes. Ni siquiera estando
dormidos porque el subconsciente no duerme. Ellos captan todo y toda esa
negatividad no les ayuda. Qué tal si cambiamos el chip y cuando estén presenten
decimos que van muy bien, que han mejorado mucho, que cada día son mejores…ese
mensaje le llegara a su ser y trabajará en él para bien. Las palabras tienen
fuerza.
Por otro lado, si
lo que escucho es a mis padres diciendo que no ven los avances esperados, que
estoy igual que hace años, que tenemos que “recortar” gastos para pagar mis
terapias, mi escuela, que no podemos tomar vacaciones porque hay que cubrir mis
suplementos, pagar consultas médica… Todo esto aunado a las caras de desilusión
cuando me equivoco, a las caras de angustia cuando otros ven algo que hago y
que no debería, a las caras largas cuando no logro hacer lo que me piden. Es
mucho con que lidiar siendo solo un niño. Son muchas cargas a cuestas de sus pequeños
hombros. Recordemos que son niños, su tarea es jugar y ser felices. Empecemos a
crearles un ambiente propicio para que sean emocionalmente sanos.
Muchas veces
estamos más que listos para corregir, para decir esto no es así, no hagas esto
o aquello, pero que tan seguido aplaudimos, elogiamos, cuando hacen algo bien,
por más pequeño que sea. Cuantas veces les decimos eres un niño tan
inteligente, tan amoroso, tan obediente? Hay que empezar a decirlo a diario, cuantas
veces podamos, no nos cuesta nada.
A lo mejor no
puedo cambiar lo que otros le digan o los ojos con los que lo vean, pero si
puedo cambiar lo que está en su ambiente inmediato, al estar con nosotros solo
estará rodeado de palabras positivas, que hagan que el mismo crea en el, tal
vez ya perdí tiempo, pero nunca es tarde para empezar… será difícil? No lo sé,
pero voy a intentarlo. Tendrá resultados positivos en él? Me conformo con que
no “crea” que no puede o que es menos.
Es muy fácil confundir
un “lenguaje pobre” con incapacidad intelectual, pero debo recordarme
diariamente que él me entiende y capta
lo que pasa a su alrededor aunque parezca que no esté prestando atención,
aunque parezca que no le importa, aunque parezca ausente…la realidad es que el
está ahí escuchando, percibiendo y sintiendo todo, y sin poder expresar lo que
siente. Todas esas emociones “encapsuladas” en sí mismo, sin poderlas soltar,
haciéndole daño
silenciosamente. Formando un concepto erróneo de sí
mismo. Estamos por un lado cortándole sus alas y por el otro forzándolo a
volar.
Muchas veces subestimamos la fuerza de las palabras, y sobre todo su
efecto. Las palabras hieren, las palabras forman, las palabras destruyen, las
palabras construyen.
En mi casa colgaré esta frase como recordatorio “Si no tienes nada bueno
que decir, mejor no digas nada”. Tendrá un significado personal, me recordará
diariamente que mis palabras deberán ser para construir puentes para acercarme más
a mi familia, para construir lazos de confianza y seguridad, para construir
inteligencia emocional, para construir un futuro mejor para todos, pero sobre
todo para mis pequeños. Quiero que ellos tengan unas alas fuertes, grandes, y funcionales
para lograr grandes cosas. No seré yo quien se las corte…
Si alguien me lee y tiene a su alrededor a algún niño con alguna
“debilidad”, aquí hay un mensaje que puede servirles, traten de no enfocarse en
“lo diferente” y si ya lo notaron, y tienen alguna pregunta o interés en el
tema, hablen con los padres en ausencia del niño. Traten de ver las virtudes y aquí si hablen
sobre ellas enfrente de quien sea. No solo señalen los errores, también
aplaudan los aciertos, no hablen de “la enfermedad o la condición”, borren ese
vocabulario frente a los pequeños, no creo necesario hacerlos sentir diferentes
o ponerles una etiqueta. Son niños y punto y su nombre no es “autista”, “Down”,
“fulanito con déficit de atención”…
Si hay un diagnostico es para dar un tratamiento, para valorar, para de
alguna manera “medir” y entender la situación en la que el niño se encuentra,
sobre todo para los doctores, padres, terapeutas, y familiares. Pero al niño en
sí, colgarle una etiqueta que lo señale como menos capaz o menos funcional de
que le servirá? Cada quien es libre de manejar su situación como le parezca,
pero en mi caso me reservo el diagnóstico y todo lo relativo a su condición
para mi, los doctores, terapeutas y quien considere que vaya a ser de ayuda.
Por ahora, mis hijos solo necesitan saber que son muy inteligentes, muy
capaces, y que los amamos con todo nuestro corazón y que siempre estaremos para
ellos cuando lo necesiten. No es ponerlos en una burbuja, es darles la seguridad para que puedan hacer grandes cosas.